Cada día tomamos decisiones -grandes y pequeñas- que dan forma a nuestras vidas. Una de las decisiones más frecuentes que tomamos es qué comer. Sin embargo, detrás del plato de comida que tenemos en la mesa hay un largo viaje, a menudo invisible: de dónde proceden los ingredientes, cómo se han manipulado y si son realmente seguros para el consumo.
Muchos de nosotros asumimos que si los alimentos se venden en el mercado o en una tienda, deben ser seguros. Confiamos en ellos por defecto. Pero la verdad es más compleja. En el mundo actual, el fraude alimentario, la contaminación y las malas prácticas de manipulación no son infrecuentes. Existen, a veces cerca de casa, a veces importados de lejos. Y cuando no hacemos preguntas, cuando no prestamos atención, nos hacemos vulnerables.
No saber no es inocente. Cuando ignoramos de dónde proceden nuestros alimentos, cómo se envasan y quién es responsable de garantizar su seguridad, ponemos en peligro nuestra salud y la de nuestros hijos. También apoyamos indirectamente prácticas irresponsables o incluso peligrosas que priorizan el beneficio sobre la vida de las personas.
Hay muchas formas, pequeñas pero poderosas, de protegernos. Empiece por sensibilización.
Fíjate en los alimentos que compras. ¿Están etiquetados? ¿Tiene fecha de caducidad? ¿Reconoces al productor? ¿Se vende en condiciones limpias? Si es carne o pescado, ¿se ha almacenado a la temperatura adecuada? Si es importado, ¿sabes si ha sido debidamente inspeccionado?
A veces podemos pensar que estas preguntas son demasiado técnicas o que no nos corresponde hacerlas. Pero ahí es donde nos equivocamos. La seguridad alimentaria no es sólo responsabilidad de los inspectores o las autoridades. responsabilidad de todos. Como consumidores, tenemos un gran poder. Cuando elegimos apoyar a vendedores limpios, marcas de confianza y agricultores locales que siguen buenas prácticas, construimos un sistema alimentario más seguro.
Ser consciente también significa estar informado. Leer, preguntar, debatir. Hable con amigos y familiares sobre seguridad alimentaria. Comparta sus conocimientos. Si sospecha que algo no está bien, infórmelo. No es señal de desconfianza; es señal de atención. Cuida de tu propia salud, de tu comunidad y del futuro.
En Timor Oriental, donde la economía crece y los mercados se expanden, nos encontramos en una encrucijada. Podemos permitir que las prácticas nocivas arraiguen en silencio, o podemos alzar la voz y construir una cultura en la que se valore y proteja la seguridad alimentaria.
Todo empieza con la concienciación.
Recordemos: no saber no es inocente. De hecho, puede ser peligroso. Pero saber, aunque sea un poco, puede protegernos a nosotros, a nuestras familias y a nuestra nación. Elijamos el conocimiento. Elijamos la seguridad.